Mabel Torres nació en el distrito de Tocmoche, provincia de Chota, departamento de Cajamarca. Se dedica desde hace 12 años a vender juguetes inflables que suelen acompañar a cuanta Fiesta Patronal se desarrolla en la zona norte y nororiente del Perú.
Esta mujer de 64 años fue abandonada hace dos décadas por su marido con quien tuvo 10 hijos. Manifiesta que se vio obligada a trabajar duro para pagar el tratamiento al que se
sometió, pues una dolencia a la altura del corazón le generaba constantes agitaciones y ni su esposo ni sus hijos se acordaron de ella brindándole apoyo económico.
Fue una amiga quien la animó a salir adelante, llevándola de ayudante en la venta de anticuchos a las afueras de los locales donde se desarrollaban fiestas populares. Luego consiguió su propio balay (caja o bandeja colgada al cuello) en el que distribuía golosinas, chicles y cigarrillos. Esta labor la dejó al poco tiempo, pues le obligaba a trasnochar para vender sus productos y en una de esas madrugadas fue cobardemente asaltada y arrastrada por indeseables, para arrebatarles el canguro que llevaba en la cintura.
Desde hace 12 años, recorre lugares donde hay fiestas patronales, en costa, sierra y selva; con lluvias, con calor extremo, con intenso frío. Siempre encuentra una vereda para tender sus cartones, plásticos y frazadas para acostarse a dormir. La mercadería la suele guardar en los puestos de ventas de comidas y dulces; pues, comenta ella, ya es muy conocida por los otros “rodantes”.
Doña Mabel está condenada quizá a trabajar el resto de su vida para poder subsistir y alimentarse. Ella es un ejemplo y un símbolo de la lucha constante contra el abandono de sus
propios hijos a quienes trajo al mundo y entregó gran parte de su vida. Desde aquí le brindamos nuestro tributo y le damos las gracias por su tiempo señora coraje.
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