Usé un cómodo lugar en mi casa para confeccionar un muñeco de año nuevo, escogí también el número 364 (por el último día del año, ya que el 2007 no fue año bisiesto) y por la tarde continué creando esta mi pequeña obra de arte.
Opté por no ponerle cuetes ya que mis hijas observaban el nacimiento de este inanimado ser, me conformaría con ver la felicidad y el brillo de los ojos de mis herederas sujetando las candelillas y sus chispitas.
Durante la frankeistinización de mi obra, conforme acababa la tarde empezó mi angustia; el fortachón y desproporcionado muñeco no tenia cabeza –alguna vez le jugué una broma a un amigo diciéndole: “estas todo un muñeco” pero de año nuevo ji ji ji.. por la forma de su cuerpo- esto asustó un poco a las niñas.
Mis pequeñas al ver casi terminado al “gigante sin cabeza” me dejaron sólo, se fueron y note en sus angelicales rostros algo de temor.
Nueve de la noche, salir a buscar cabezas de muñecos en el mercado sería casi una misión imposible. Gladis me aconsejo la caja del panetón, claro, le respondí con las cejas un tanto levantadas, pero ese foquito se apago repentinamente cuando recordé que este año nos toco un panetón en bolsa.
El contagioso temor se expandió a todos los menores de 8 años incluyendo a los hijos de mis cuñados. En casa estaba el descabezado muñeco -buhhh que meyo- y vestido con la ropa del tío Juan.
Tuve que esconder al muñeco mientras pensaba qué cabeza le pondría; y mientras Andrea y Fiorelita jugaban con una pelota sintética que tenía estampada una sonrisa, se me ocurrió colocar el esférico de cabeza, el sufrimiento iba a ser peor para ellas, el malo del muñeco se quemaría y junto a él su pelota sonriente.
El tiempo avanzaba, la media noche se acercaba y el año ya terminaba–blablabla y más aba. Vamos Juan sigue siendo el héroe de tus hijas, me dije; si pues seguí siéndolo agarre un globo lo infle y le dibuje una linda y amplia sonrisa y todos los chicos se animaron a posar con el sonriente muñeco de Pasarela.
Opté por no ponerle cuetes ya que mis hijas observaban el nacimiento de este inanimado ser, me conformaría con ver la felicidad y el brillo de los ojos de mis herederas sujetando las candelillas y sus chispitas.
Durante la frankeistinización de mi obra, conforme acababa la tarde empezó mi angustia; el fortachón y desproporcionado muñeco no tenia cabeza –alguna vez le jugué una broma a un amigo diciéndole: “estas todo un muñeco” pero de año nuevo ji ji ji.. por la forma de su cuerpo- esto asustó un poco a las niñas.
Mis pequeñas al ver casi terminado al “gigante sin cabeza” me dejaron sólo, se fueron y note en sus angelicales rostros algo de temor.
Nueve de la noche, salir a buscar cabezas de muñecos en el mercado sería casi una misión imposible. Gladis me aconsejo la caja del panetón, claro, le respondí con las cejas un tanto levantadas, pero ese foquito se apago repentinamente cuando recordé que este año nos toco un panetón en bolsa.
El contagioso temor se expandió a todos los menores de 8 años incluyendo a los hijos de mis cuñados. En casa estaba el descabezado muñeco -buhhh que meyo- y vestido con la ropa del tío Juan.
Tuve que esconder al muñeco mientras pensaba qué cabeza le pondría; y mientras Andrea y Fiorelita jugaban con una pelota sintética que tenía estampada una sonrisa, se me ocurrió colocar el esférico de cabeza, el sufrimiento iba a ser peor para ellas, el malo del muñeco se quemaría y junto a él su pelota sonriente.
El tiempo avanzaba, la media noche se acercaba y el año ya terminaba–blablabla y más aba. Vamos Juan sigue siendo el héroe de tus hijas, me dije; si pues seguí siéndolo agarre un globo lo infle y le dibuje una linda y amplia sonrisa y todos los chicos se animaron a posar con el sonriente muñeco de Pasarela.
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